Una pareja recién casada. Aquí el tío se está partiendo, supongo porque todavía le dura el resacón y no se ha dao cuanta que no le queda un duro.
En la ceremonia a la embarazada, de un aire más familiar que la anterior, se engalona a la mujer con todas las ropas, joyas, flores y adornos posibles, porque se supone que es la última vez en su vida que puede ponerse guapa, o hasta que tenga el siguiente hijo (quizás por eso son tantos aquí). Se hace una cena para todos los comensales, y le bendicen las comadronas a la mujer con cúrcuma, fuego y flores, antes de que se valla a vivir a casa de su madre hasta que de a luz.
Más que una foto de pareja, la cara que ponen vale para el registro de la cárcel.Las fiestas del pueblo consisten sobretodo en un pasacalle por la noche con carruajes tirados por coches o tractores (a veces con cuerdas tiradas por la gente del pueblo) que llevan estatuillas de uno de los tropecientos dioses hindues, siempre cambiantes en apariencia, número, e incluso nombre según la zona, todos llenos de flores y luces de colores estilo navidad, y una procesión de personajes que van haciendo mucho ruido con tambores, trompetas y campanas, y bendiciendo a la gente en la puerta de las casas con cúrcuma, ceniza y fuego. Luego, hacia las 11 de la noche, que eso es como la 1 de la mañana en España, empieza una obra teatral en el descampado principal del pueblo (aquí no tienen pa plazas), en el que los mismos del pueblo (solo hombres) hacen de actores y actrices en una obra que dura hasta que sale el sol, durante unas 7 horas. En ella representan normalmente obras tradicionales que representan mitos hindues, y cantan, bailan, se disfrazan, cuentan chistes, y to. La obra es muy divertida para un visitante, aunque no se entere de na en tamil, sin embargo lo hacen en plan pachanga, es común verles improvisar si no se saben los papeles muy bien, ser interrumpidos por cualquier cosa sin problemas, o tomarse un té en mitad de la actuación.
También un día que estábamos haciendo un reconocimiento en bici de la zona, fuimos de peregrinación hasta una colina misteriosa que se podía vislumbrar desde cualquier parte en nuestros pueblos, y que tenía un pincho en lo alto. Lo que se erigía sobre la colina era un templo que dominaba todo el valle, y que nos llamaba hacia él mediante ondas psicotrocolecocelebrales. Por supuesto, no pudimos resistir la tentación de acudir a su llamada, y debajo de un sol en el cenit del cielo (no olvidemos que esto es el trópico y aquí el sol pasa justo por el centro), pedaleamos como condenaos hasta llegar a la colina. Al pie de la colina había unos restos de un templo abandonado bastante grande, que en realidad era la puerta a las escaleras al templo de arriba. Después de subir 500 escalones, y ver el templo de arriba, que estaba vacío de no ser por un nido de avispones del tamaño de un rinoceronte, nos quedamos un rato admirando las vistas de todo el llanísimo territorio de nuestro proyecto. Cuando nos íbamos a ir, una vocecilla nos llamó, resultó ser un brahamán escondido que vivía allí y no nos habíamos percatado. Nos adentró en el templo e inició un ritual delante de una figura de Vishnú, que era pa bendecidnos con la conocida cúrcuma, ceniza y fuego. Por lo menos no nos atiborró de comida como viene siendo habitual.
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