Por cierto, muchas gracias a todos los que se acordaron de mi cumple el 18, aunque no pude enterarme de sus felicitaciones hasta ahora!
Besotes a todos desde Pondicherry!
Por cierto, muchas gracias a todos los que se acordaron de mi cumple el 18, aunque no pude enterarme de sus felicitaciones hasta ahora!
Besotes a todos desde Pondicherry!
Los otros días también hemos visitado al presi de otra ONG, esta tenía la sede en Auroville, un pueblo no lejos de Pondicherry. El pueblo este es refugio de un puñado de guiris, que viven en chaletazos superfantásticos, y escampados entre la vegetación. Además son en general pijipis místicos y ecofriendlys, y tienen unos jardines en medio del Auroville, con una explanada gigante y un cacho bola de oro tremendísima, en la que te puedes meter pa meditar a tope, con un pase especial por supuestish.
El resto de ese día nos lo dedicamos a nosotros, que nos lo merecíamos, pues no hemos tenido ni un solo día de descanso desde que llegamos a la India, y estabamos un poco quemados. Nos fuimos un ratillo a la playa, que está llena de casas de pescadores, y sigue siendo salvaje, llena de bichos y animalitos por todas partes. No nos bañamos porque no llevábamos el bañador, y hubiese sido todo un escándalo hacerlo en ropa interior siquiera, sobre todo por Elena, ya que las mujeres se bañan vestidas aquí.
Y los últimos acontecimientos por el pueblo han sido una boda y una ceremonia de embarazo hindú. Las bodas son todo un paripé en el que se invita a todo el pueblo a una ceremonia rollazo de 2 días, y se dejan más pasta en millones de adornos, fuegos artificiales y convite que lo que pueden pagar en 3 vidas. La ceremonia del embarazo es más familiar, y se viste a la embarazada con todos los adornos, maquillajes y joyas que se pueda, porque es la última vez que tiene derecho a ponérselo, o hasta que tenga otro hijo. También se come un montón en la ceremonia, por supuesto.
Y bueno, para terminar, lo último que íbamos a hacer es viajar a Hyderabad, a 18 horas de aquí, a ver a nuestra tutora y preparar un poco la preparación del capítulo de un libro. Se jodió el viaje porque justo hubo una huelga de transportes ese día, y además yo me puse bastante chungo el día anterior, con una fiebre tropical de esas que te dejan KO, y tuvimos que ir un poco de hospitales. Tranquilos, que ya estoy bien, y no era malaria.
Yo pasando calor en plena caminata.
A las 18:30 se va el sol y todos paran de trabajar, y sale la gente a la calle porque empieza el fresco. Es nuestro mejor momento para concertar entrevistas, siempre llenas de niños por todos lados. También es entonces difícil de todas formas porque toda la población está enganchada a las telenovelas que empiezan a las 7 y no terminan hasta las 11. Es una verdadera epidemia. Acabamos el día siempre muy tarde, pasando apuntes, acabando reuniones con gente, o terminando de cenar muy tarde, por lo que nunca dormimos del todo lo que necesitamos, y menos en esos colchones que hemos comprao, que son de lujo para la India, porque normalmente duermen sobre una esterilla en el suelo, pero son superfinos con relleno de algodón que a los tres días de uso es peor que dormir sobre el suelo.
Un día visitando un estanque de un pueblo, el tio que nos explicaba el tema de repente le cambió la cara y empezó a gritar y a saltar mirando en mi dirección. Como nosotros no entendíamos ni torta de lo que decía, no nos dimos cuenta que acababa de ver una cobra o algo parecido entre las plantas que tenía detrás. El tio se fue corriendo, pero ya no la conseguimos ver luego.
Esta va de lagartijas. En nuestra casa convivimos con un montón de salamanquesas, salamandras y otras cosas que vete tú a saber que son. El otro día, comiendo arroz en el maravilloso restaurante del pueblo, tocaba tomato rice. Pere y yo ya nos estábamos haciendo la boca agua cuando nos sirvieron el arroz en nuestra hoja de banano, pero de repente Raja el traductor le dijo algo al tio del chiringuito, y le mostró un cuerpecito de una lagartija que había en su comida. Nosotros dijimos que nos daba igual comérnoslo, aunque venga de la misma olla, ya estábamos hartos de ver toda clase de bichos campando a sus anchas por nuestra comida, pero todo el mundo se escandalizó, y entonces nos explicaron que esa lagartija era super venenosa y que una sola que se caiga en la comida de decenas de personas, es suficiente para intoxicarlas e incluso matarlas. Nos faltó poco.
A mi las arañas no es que me terminen de fascinar, y aqui voy bien servido. A parte de las obligatorias que hay por todas las esquinas de la casa colgando, de esas con las patas de alambre, y que yo me llevo siempre con la cabeza de todas las puertas y techos, porque son muy bajos, están unas enormes, pero ENORMES, peludas, que corren mogollón y ya han hecho acto de presencia en nuestro piso varias veces. Siempre hemos rezado para que no haya alguna debajo del colchón sobre el suelo cuando lo movemos para dormir. Pues el otro día, cuando ya estábamos metidos dentro de nuestras mosquiteras individuales ya para dormir e íbamos a apagar la luz, Pere mete un grito y lo vemos mirando un punto fijo en su mosquitera a 40 centímetros de su cara. ¡Una de esas malditas arañas caníbales se había conseguido colar dentro de su mosquitera justo cuando iba a ponerse a dormir! Esa no tuvo perdón y acabó reducida a polvo bajo la chancla justiciera.
Y hablando de mosquiteras, ayer me desperté a las 5 por el picor en el cuerpo, y después de media hora en la oscuridad sin entender como me picaba tanto el cuerpo, decidí encender la luz y ver que pasaba. Entonces encontré no uno, sino 7 mosquitos que se habían conseguido colar dentro de mi mosquitera, dios sabe como, y se habían dado el festín de su vida. Todos acabaron formando parte del estampado de las sábanas, por supuesto.
Dejando el tema bichos, hemos tenido mil anécdotas con las bicis que alquilamos en el pueblo para movernos entre las dos aldeas. Son el desastre más completo que te puedas imaginar en una bici, pero todo se comprende viendo al tio que las alquila, un chapuzas perfecto que tiene como herramientas de trabajo un martillo y un palito de hierro. Tienen unos 30 años, están oxidadas hasta en el alma, y las pastillas de freno no hacen contacto con la rueda, por lo que tienes que confiar por completo en tus suelas. Son bicicletas estilo paseo, pero los caminos aquí están hechos para tractores o cabras como mucho, y nos tenemos que volver con ellas desde el otro pueblo por la noche cuando hemos conseguido hacer las entrevistas hasta el nuestro, sin ninguna luz de ningún tipo por el camino, solo una linterna para los cinco, con lo que la diversión es máxima. El otro día fuimos a ver un lago al mediodía, y Elenita se cayó sobre huerto con un montón de pinchos en una curva. Cuando terminamos de hacer el trabajo, volvimos a las bicis y la de Pere le habían explotado las dos ruedas, porque la había dejado bajo el sol una hora. El camino de vuelta fue penoso, y nuestro pobre Raja tenía que cargar a Pere detrás en su bici, mientras Pere remolcaba su bici con las manos. Al pasar por un pueblo nos vieron un montón de niños que salieron detrás de nosotros corriendo, y empezaron a empujarnos las bicis todo divertidos, casi hasta el otro pueblo. Elenita volvió a caerse en la misma curva sobre los mismos pinchos para acabar el trayecto.